Soy Laura del Mar y como tú, he tenido unos padres emocionalmente negligentes
Yo sé que esto suena fatal y si lo leen mis padres, no vuelven a invitarme a comer a casa los domingos. Pero aunque de entrada lo parezca, esto no va de echar culpas a nadie. Mis padres lo hicieron lo mejor que pudieron y supieron (y sé que los tuyos también).
En su momento, ellos creían que hacían lo mejor para mí y que me daban todo lo que necesitaba.
De hecho, desde fuera parecía que eran unos padres ejemplares. He tenido una educación ideal y nunca me ha faltado de nada: he tenido un hogar, siempre había un plato caliente en la mesa, he tenido amor, viajes, ropa nueva cuando la necesitaba, recursos económicos, etc.

Si tus padres te lo dieron "todo", ¿por qué sientes este vacío?
Si tus padres intentaron darte lo mejor y aparentemente no te faltó de nada, ¿qué falló entonces?, ¿por qué tú sientes este vacío tan grande?, ¿por qué notas tanta desconexión contigo?, ¿qué es lo que te ha hecho tanto daño?
Eso es lo que averiguaremos en terapia, cuál es la fuerza invisible que te oprime. Porque la negligencia emocional suele ser invisible, pero te afecta ¡y mucho! Porque aquello que no pasó (y tú necesitabas que pasara, se viera o se validara) tiene un impacto igual o mayor que aquello que sí pasó (o que sí tuviste, como la comida, el sustento económico o las vacaciones).
Tú y yo sabemos que la intención de nuestros padres fue buena, pero simplemente les faltó el libro de instrucciones. Ahora los responsables de sanar esa negligencia emocional no son ellos, sino tú y yo.
Ese es el enfoque de mi terapia.
La "niña buena" suspende el PIR
Mi única elección en la selectividad para la carrera fue psicología, así que ya puedes intuir lo que siempre me ha fascinado. Nací en Barcelona en una familia donde los libros me rodearon desde pequeñita, y el interés por entender cómo se comportan las personas y cómo lidian con aquello que sienten siempre ha movido algo en mí. Fui una "buena niña", con notas excelentes y miles de extraescolares.
Después de estudiar psicología en Blanquerna (con un enfoque muy integrativo que ahora aprecio un montón) y pasar un año de Erasmus en Italia, me fui con unas compañeras de la uni a preparar el PIR a Madrid. Conocimos a un montón de gente, nos pasaron anécdotas divertidísimas y me permití ser quien era en ese momento, sin el peso antiguo de mis etiquetas.
Ninguna aprobó el PIR, pero la experiencia nos abrió las puertas a la vida.
Cuando me mudé a Londres, la barrera del lenguaje me conectó con mi niño interior
Como el gusanito de vivir fuera no se sació ahí, después de volver a Barcelona y especializarme en psicología clínica infanto-juvenil, me mudé a Londres. La idea inicial era mejorar mi nivel de inglés, así que trabajé de nanny. ¡Vaya aprendizaje más potente para mi ego! En Barcelona ya trabajaba como psicóloga, así que tuve que aprender que mi ser no solo se definía desde mi profesión. ¡Adiós al "hola, soy Laura y soy psicóloga"!
Londres acentuó mi curiosidad y ahogó mi conformismo, me enseñó a adaptarme rápido a los cambios, a entrar en mis sombras como nunca antes y a acelerar mi ritmo más que nunca.
Decidí seguir formándome (¡cómo no!) y empecé un máster de 4 años en psicoterapia.
Siempre me había protegido en el lenguaje, pudiendo explicar aquello que me sucedía emocionalmente con palabras y conceptos. Aunque tenía muy buen nivel de inglés, no podía expresarme como mis colegas nativos, así que irremediablemente esta barrera me llevó a conectar con esa sensación de ser una niña rodeada de adultos "más grandes", "que sabían más". Este fue un viaje directo a conectar con mi niña interior. Con su vulnerabilidad y con sus limitaciones.
Después vino el viaje más transformador de todos: la maternidad
Después de 7 años, sentí que mi ciclo en Londres llegaba a su fin. Volví a Barcelona junto a mi pareja, nos casamos con una fiesta digna de recordar y conecté con mis raíces. Al volver supe que era una persona completamente diferente a la que se había ido, pero muchas personas de mi entorno esperaban reencontrarse con la Laura antigua. Así que el shock cultural inverso también pasó factura.
Me seguí formando en grupos desde la psicoterapia centrada en la persona, en trauma (gracias a la psicoterapia sensoriomotriz) para poder acompañar a la persona realmente en todo lo que le haya podido pasar. Atravesamos la pandemia en Barcelona y fue ese momento de reflexión que nos ayudó a sentir que estábamos preparados para entrar en el viaje transformativo más potente que he hecho en mi vida: la maternidad. Decidimos ir a vivir a un pueblito de Mar, para conectar con un ritmo más bajo y darle a nuestra peque (y a nosotros) un espacio seguro donde poder jugar en la calle y sentirse sostenida por la tribu.
La maternidad ha sido un antes y un después para mí. Como si todo el trabajo previo hecho, se acelerara de golpe. Como si aquello en lo que antes dudaba, de repente, se volviera claro. Dejé ir capas de mi ser que ya no me servían, relaciones que no encajaban con mi yo de ahora, exigencias enloquecidas que necesitaban de más revisión, creencias que me decía que tenía que ser productiva a toda costa para llegar a la conclusión de que vivo para mi, no para demostrarle al mundo nada.
Y con toda esta historia, soy la psicoterapeuta que tienes aquí delante. Con mis vulnerabilidades y mis fortalezas. Dándote la mano para acompañarte en lo que necesites.